Si el arte es plasmación de la confluencia entre dos fuerzas antagónicas, lo animado y lo exánime, la obra de Toni Porto es un incuestionable ejemplo de ello: no sólo expresa el abrazo entre lo inerte y lo vivo, sino también entre perfección e imperfección, entre fuerza y fragilidad.
En su trayectoria reciente, Porto esculpe recurrentemente formas de madera asentadas en la esfericidad, piezas que sugieren organismos quietos dinámicos, objetos cálidos queribles. La epidermis de su textura, sus extremidades de sustentación, los opérculos tallados en su superficie y la particular morfología de sus cuerpos, son argumentos por los que cada obra parece respirar, estar llena de alma.
El permanente recurso a la madera como materia prima, que el artista talla y tornea con maestría artesanal, definiendo el vacío en su interior mediante paredes de escasos milímetros de grosor, tiene una relevancia especial en el proceso escultórico.
Materia orgánica y natural por excelencia, la madera, por su fragilidad y facilidad de rotura así tratada, implica un gran riesgo en el proceso de creación. La resolución de los problemas que ello suscita, recurriendo a grapas, espigas y elementos de ensamblaje indisimulados, potencian el lenguaje de la pieza y se agregan a su historia original contenida en los anillos de crecimiento, los nudos y las vetas. El resultado es una emotiva y sensual narrativa que define la firma plástica del artista.
La curvatura, esfericidad desfigurada, como forma recurrente en la obra Porto, es arquetipo de perfección e imperfección, totalidad y continuidad. Su ausencia de principio y fin sugiere el ciclo de la vida, la armonía y la unión. Al tratarse de piezas huecas aluden a la idea de lo efímero, a la naturaleza cambiante de lo que percibimos como sólido o eterno.
Estas obras, que parecen flotar en su expresión abstracta, precisan de unas bases en las que apoyarse sobre su plano de sustentación. Porto las dota de tres extremidades cónicas que proporcionan estabilidad y equilibrio a la par que un guiño zoomórfico.
Todas estas características confieren a cada escultura un aura de misterio, plantean un interrogante y una sensación que nos alcanza de lleno e incita a desearlas. Sus piezas nos recuerdan a ciertas tipologías vinculadas con el arte africano e incluso a estéticas futuristas, tal es la indefinición que imprime a sus propuestas. Lo único cierto en Porto es su placer por la creación y la interacción con los recursos naturales.
Madrileño de nacimiento (1964), su formación le ha llevado por la ilustración, el diseño gráfico y la escultura, siendo en este medio en el que ha encontrado el mejor modo de expresar su creatividad.
A lo largo de su dilatada trayectoria ha expuesto en Madrid, Lisboa, Oslo o Zurich, donde actualmente tiene el principal destino para su incesante producción, aunque, como él dice: “La información personal del artista es irrelevante. El artista es su obra”.
Además de las piezas de nuevo cuño referidas, la muestra incluye una serie de esculturas de primera época rescatadas por su valor artístico y referencial.